23 abr 2012

Poker de Ases


--------- Capítulo V

Sobre una mesa improvisada, hecha con el capó del coche de Andrea, se extendían libros de contabilidad del edificio, informes de obras públicas, permisos de obras del ayuntamiento, informes y facturas varias de electricidad y fontanería, datos y fichas de la estructura, presupuestos de las obras, planos de la arquitectura…

-          No entiendo, Andrea, ¿qué esperas encontrar?
-          Quiero saber por qué esas obras llevan paralizadas tanto tiempo; quiero saber si hay algún tipo de defecto en el edificio, alguna tara en la estructura o en la fachada o donde sea.
-          ¿Y no es más fácil preguntárselo al arquitecto?
-          Pablo, el edificio es de 1870, no creo que el arquitecto vaya a colaborar. A ver, pásame los de fontanería.
-          Toma, creo que son estos. Es inútil, Andrea, aquí no hay nada. Tú lo has dicho, el edificio es del año la pera, si ha aguantado tanto tiempo sin caerse es que está perfecto.
-          La fontanería también está bien. No creas, lo han reformado en muchas ocasiones.

La palabra ocasiones apenas si terminó de salir de la boca de Andrea cuando uno de los policías que estaba con Juan tiró del hombro de la inspectora hacia atrás.

-          Inspectora, el comisario la requiere en el almacén, creo que no…
-          Ya le he mandado a Candela; quiero que ella se encargue de la chica.
-          Sí, pero es que dice que…
-          Me da igual. Vas y le dices que aquí arriba también hay trabajo, que Candela es la mejor profesional que tenemos para los interrogatorios y que deje que ella haga lo que crea conveniente.

El policía se fue; por su aspecto parecía estar repasando todo lo que había intentado decir.

-          ¿Por qué no le has dejado que se explique?
-          Porque sé lo que quiere Juan –dándole varios papeles a Pablo. – No se fía de Candela, pero me da igual. Ya tendremos bronca al llegar a la comisaría, eso es lo de menos.
-          Por lo menos no soy el único al que cortas –bromeó Pablo.
-          No me gusta que me den excusas tontas, las cosas conmigo o se hacen bien o se hacen bien, tú eliges. Dame esa ficha de la estructura.
-          Toma. Ya, pero podrías ser un poco…
-          Cuando hagas bien tu trabajo, lo entenderás. –Dio un nuevo corte limpio a Pablo.
-          ¿Está diciendo que yo no hago bien mí…?
-          No digo que lo hagas mal ni bien, simplemente, no lo haces, la prueba es que me has hecho perder antes tres minutos de investigación intentando justificarte.
-          Sí. –Aceptando los designios de la inspectora.
-          Mira esto, la contabilidad está toda patas arriba. –Le enseñó los papeles.
-          Sí, parece que hacen más cuentas de lo necesario. A lo mejor en los libros de contabilidad de la comunidad se refleja algo.
-          Bien pensado, buscaremos algo por ahí. Vamos a poner esto a parte –Andrea apuntó algo en una libreta y sonrió a Pablo por primera vez.
-          Puedo encargarme de buscarlos. –Cogiendo carrerilla.
-          Estupendo. –Volvió a sonreír, Pablo empezaba a trabajar.
-          Mira, aquí se refleja que todo el edificio pertenece a un solo hombre. Antonio Villa.
-          Sí y es extraño. Tiene todo el edificio de alquiler incluyendo el bar. Tiene que ganar dinero. –Dijo Andrea; empezaba a quedarse pensativa.
-          Mucho dinero.
-          Sí, por eso me extraña. Con tanto dinero, ¿por qué dejar paradas unas obras a la mitad? ¿Por qué no suspenderlas o no haberlas empezado?
-          A lo mejor es lo que dices, algún fallo o algo extraño... –Pablo se encogió de hombros.
-          Sí, pero lo lógico sería suspenderlas en ese caso.
-          Quizás ponga algo en los papeles si buscamos. A lo mejor esperaban arreglar el fallo o lo que fuera.
-          Sí, pero aquí hay demasiados papeles. Vamos a ver, Pablo, diles a los demás que vayan terminando, nos trasladamos a comisaría; que dejen el precinto puesto y quiero dos o tres policías de guardia, no quiero que nadie entre en el bar sin mi consentimiento.
-          Bueno, pero el bar no es una cosa que sea…
-          Pablo, te he dicho que no quiero a nadie dentro sin mi permiso y, escúchame bien y entiende, que si digo sin mi permiso quiero decir que para entrar por las ventanas el viento va a tener que hablar conmigo primero. ¿Lo has entendido?
-          Sí, sí.
-          Pues avisa a los demás, por favor. –Terminó Andrea más flexible y tranquila, afloró al final una pequeña sonrisa.

Pablo asintió y se fue. Comenzaba a conocer un poco a Andrea, comprendía que si hacías bien tu trabajo, ella te trataría bien, si la hacías perder el tiempo, tú perderías la capacidad de hablar con ella. No quiso pensar en lo que perdería si lo hacía mal.

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