1 mar 2012

La noche de los enredos


Del diario de Cassandra Rattengift; extracto nº25

Hace dos días me planteé el suicidio. Sola en la habitación, vi pasar el tiempo pensando en Rachel. Era una mujer fuerte y valerosa. De voluntad inquebrantable. Pero se quitó la vida. Y si una gran mujer como ella decide irse… ¿qué hago yo aquí?

Hace dos días me pregunté qué habría hecho Rachel para morir. ¿Cómo se las había ingeniado?

Pero claro, eso fue hace dos días…

Siendo una Toreador, el mundo se magnifica.

Anoche conocí a una mujer.

Hoy me desconozco.

Como una chiquilla ingenua, como una simple quinceañera, me dejé ir.

Me dejé enredar en el ardor de sus palabras. En las promesas de paraíso a través del teléfono.

Me dejé enredar en la sensualidad de sus formas. Su lujo, sus ofertas.

Me dejé enredar en la negrura de sus sábanas. En el divino contraste con mi nívea piel.

Siendo una Toreador, el mundo se magnifica.

“¡Dichosa Sophie! El Juego había vuelto a empezar. Felicidad en estado puro, bruto, natural, volcánico...¡Qué gozada! Era lo mejor del mundo.
Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que el costo, coca, crack, chutes, porros, hachís, rayas, petas, hierba, marihuana, cannabis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, LSD, éxtasis.
Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, una orgía, una paja, el sexo tántrico, el Kama Sutra, las bolas chinas...
Mejor que la nocilla y los batidos de plátano, mejor que la trilogía de George Lucas, que la serie completa de los Teleñecos, que el fin del milenio.
Mejor que los andares de Emma Peel, Marilyn, la Pitufina, que Lara Croft, Naomi Campbell y que el lunar de Cindy Crawford.
Mejor que la cara B de "Abbey Road" , que los solos de Hendrix, mejor que el pequeño paso de Neil Amstrong sobre la luna, el Space Mountain, Papá Noel, la fortuna de Bill Gates, los trances del Dalai Lama, las experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro, todos los chutes de testosterona de Schwarzenegger, el colágeno de los labios de Pamela Anderson.
Mejor que Woodstock y las naves mas orgásmicas, mejor que los excesos del Marqués de Sade, Riambaud, Morrison y Castaneda.
Mejor que la libertad. Mejor que la vida.”

Jeux d’enfants

La oscuridad de su lecho atrapó mi cuerpo… Y mi mente. Tanto que siento que mi cerebro aún no ha salido de esa habitación. Que se encuentra divagando por la curva de sus pechos. Su sola imagen fractura poco a poco la cohesión de mis neuronas. Emponzoña los pensamientos responsables, los discretos, los firmes, los virtuosos. Su boca los ha envenenado, se han convertido en una lista de ideas lascivas, brillantes, autoritarias, rabiosas… Imbatibles.

Me sorprendo a mí misma, en los ratos en los que mi móvil no suena para que alguien me dé una mala noticia, pensando en ella. No en sus piernas, no en su cintura, ni en su cara de ángel, ni en su cabello dorado… Simplemente en ella. Ella como concepto. Como la vida, como la nada, como el amor, como lo tangible y lo intangible. Ella, con mayúsculas.

Desde hace dos días, nos vemos todas las noches. La barrera que nos separa es inmensa. Lo sabemos. Y sin embargo, nos vemos de nuevo. A escondidas, huyendo, ocultándonos de los ojos ajenos… Evidentemente, hemos renunciado a la parte bucólica que todo amor trae: hemos renunciado a los paseos de la mano, a los besos en las fiestas, a los bailes pegados, a los viajes, a las presentaciones de amigos, a las formalizaciones… Hemos renunciado al amor más allá de estas cuatro paredes que ahora miro y las siento como el hogar.

Y, sin embargo, sigo pensando que es lo mejor que me ha pasado en ochenta años de vida… Y Ella lo sabe. Por primera vez, la inmortalidad tiene algún sentido.

“Amar a alguien significa decirle: Tú no morirás nunca”

Gabriel Marcel

Cassandra Rattengift

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